El gambito del "falso desaparecido"

Los negadores del Holocausto judío saben que el tiempo está de su parte. Se van muriendo los testigos, los sobrevivientes de los campos de exterminio, y hasta los mismos verdugos. Mientras esperan que el tiempo pase, los negationnistes (como los llaman en Francia) van armando un andamiaje de tres pilares. Primero, reconocen que sí hubo judíos que murieron, pero que no fueron tantos como se ha dicho. Segundo, ponen en duda la existencia de las cámaras de gas y de los crematorios, explicando que se trataba de instalaciones sanitarias donde se despiojaba y desinfectaba a los internos. Por último, niegan que los judíos que sí murieron hayan sido víctimas de una acción sistemática.

La primera parte de la estrategia funciona de la siguiente manera: al hablar de Auschwitz, dicen que allí murieron, máximo, centenares de miles de personas, o quizás muchos menos, y no los cuatro millones que cuenta la historia oficial. El problema es que la historia oficial nunca ha dicho que allí murió esa cantidad de personas. La «aclaración» sirve para dejar plantada la duda: ¿y qué pasó con los tres millones que faltan? Si son capaces de inventar cuatro millones, ¿qué garantiza que los centenares de miles no sean otra ficción más?

Con el ceño fruncido de la seriedad científica, dicen después que es difícil obtener documentación confiable sobre la construcción de las cámaras de gas. El truco aquí consiste en esperar que el lector apresurado (¿queda alguno que no lo sea?) equipare la escasez de datos sobre la «construcción» de las cámaras de gas con la supuesta escasez de evidencia acerca de los gaseamientos mismos. Es como si se pusiera en duda lo que pasó en Villa Grimaldi porque no se han encontrado los planos de ampliación correspondientes en la municipalidad de Peñalolén.

El tercer componente de la estrategia también recurre al fetiche de la documentación. Todos sabemos que los alemanes son tan ordenaditos y metódicos para sus cosas. Si fuera verdad el Holocausto, en algún archivo se habría encontrado la pista de papel que va desde la pluma del Führer hasta el ojo de pez por donde el comandante Höss espiaba el interior de las «duchas» de Birkenau. Las negaciones a veces tienen un toque de humor negro. Hay quienes dicen, utilizando fórmulas científicas, que las cámaras de exterminio ambulantes que inventó Walter Rauff no podrían haber funcionado, porque el escape de los motores diésel genera una gran cantidad de oxígeno.

Rauff, por pura coincidencia, vivió hasta el fin de sus días en Chile, donde tenemos nuestra versión criolla del negationnisme, reforzada ahora por la irrupción en escena del «falso desaparecido». El aparecido Cofré, según esta doctrina, prueba que por ahí deben andar rondando otros fantasmas, encarnaciones de la mentira sistemática que se les contaba en los cuarteles de Chile a las mujeres que llegaban preguntando adónde se habían llevado a sus maridos.

Los funerales de Walter Rauff en Santiago. El tipo disfrazado de Gestapo que le grita «Heil Hitler!» es Miguel Serrano, a quien algunos chilenos consideran un gran escritor e intelectual.

1 comentario en “El gambito del "falso desaparecido"”

  1. Tambien al Sr. Serrano el diario El Mercurio le dedica -cada par de años o algo menos- un par de paginas completas en su cuerpo dominical. ¿Porque Agustín, porqué?

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