Un poema de Louise Glück

Poco a poco, pensó, le mostraría la noche, primero como sombras de hojas que se agitan. Luego luna, luego estrellas. Después ni luna ni estrellas. Que Perséfone se acostumbre poco a poco. Al final, pensó, lo hallará reconfortante.

El puente y los cuerpos

Se me figura que por la edad ese niño podría ser mi hijo; tal vez por eso me afecta tanto, porque tengo tan patente en el día a día la fragilidad de su ancladura en tierra firme, la levedad de su cuerpo adolescente.