Mi casa ajena

Me acostumbré a vivir en esta casa y le he tomado cierto cariño a algunos espacios, particularmente a un ventanal curvo decorado con vitrales donde me gusta instalarme a leer, aprovechando la luz del atardecer. Pero nunca la he sentido como propia; primero, por lo obvio: no me pertenece. Además, la asocio con mi trabajo:… Seguir leyendo Mi casa ajena

Casa fantasma

Me acuerdo de la primera vez que lo vi. Fue en pleno día; no sé por qué razón rompí mi rutina de trabajo y me vine a almorzar a la casa. Lo sorprendí en el baño, recortado contra la ventana llena de sol, mirándose al espejo como si se acabara de afeitar.

Un poema de Louise Glück

Poco a poco, pensó, le mostraría la noche, primero como sombras de hojas que se agitan. Luego luna, luego estrellas. Después ni luna ni estrellas. Que Perséfone se acostumbre poco a poco. Al final, pensó, lo hallará reconfortante.

Un cuento de Lorrie Moore en referencia a uno de Nabokov

La prosa de Moore no es fácil de trasladar a los registros del castellano, porque se ubica a veces al filo de la sintaxis, cambiando de ritmo y de profundidad a cada rato, con giros que no solamente son impredecibles sino que son además estremecedores y repentinos. Es una prosa que no le tiene miedo a nada y que de repente te sitúa como lector en terrenos cargados de emoción y significado. Me pasó lo que nunca antes: tuve que dejar de traducir en cierto momento ––no voy a decir cuál–– porque me embargó una pena muy profunda, parecida a la que me inundó cuando traduje el final de Bartleby o cuando leía las últimas páginas de Stoner o cierto pasaje de "El Ojo Silva".

Un poema de Seamus Heaney

Cuando Heaney ganó el Nobel, en la primavera austral de 1995, por esas casualidades de la vida, yo estaba conversando con Carlos Olivárez en la sala de redacción de La Época mientras se preparaba el número especial que le iban a dedicar al poeta irlandés. El gran José Miguel Varas estaba también ahí, en plena tarea de traducir un poema, que era, justamente, "Follower".