Elogio del resentimiento

Ya que nadie más lo va a hacer, quisiera aprovechar de ofrecer mi propio elogio del resentimiento. Erasmo de Rotterdam, que no era ningún tonto, se alivianó la tarea describiendo la necedad de manera tan laxa que a los traductores no les fue difícil brutalizar sus ideas. Así es como la estulticia original, materia complicada y profunda, se transformó en una simplona y payasesca locura. Por lo tanto, prefiero no definir qué es el resentimiento, porque no quiero constreñir una condición que es compleja y vasta, tan compleja y tan vasta y tan incomprendida como la misma estupidez.