–Constantino Cavafy
Traducción de R. Castillo @ 2021
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca,
ruega que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de conocimiento.
A los gigantes caníbales, a los cíclopes,
al furibundo Poseidón no temas:
no los encontrarás en tu camino
si altos son tus pensamientos,
si el sentimiento puro te toca
en espíritu y en cuerpo.
Ni con gigantes caníbales, ni con cíclopes,
ni con el furibundo Poseidón te enfrentarás
a menos que los lleves en tu alma,
a menos que tu propia alma te los muestre.
Ruega que el camino se haga largo,
que haya muchas mañanas de verano
cuando, con qué deleite, qué alegría,
entrarás en puertos nunca vistos;
que puedas detenerte en los emporios fenicios
y adquirir todas sus finas mercancías,
madreperla, coral, ámbar y ébano,
y cuanto sensual perfume puedas;
que mucha ciudad egipcia puedas conocer,
para aprender y aprender más de los letrados.
Mantén siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu último destino.
Pero no apresures el viaje ni por nada.
Será mejor que dure muchos años,
y cuando seas viejo, bota el ancla en esa isla,
con la riqueza que has acumulado en el camino,
sin esperar de Ítaca fortunas.
Ítaca te dio el maravilloso viaje:
sin ella nunca te hubieras ido.
Pero ella ya no tiene nada para darte.
Si entonces la hallas pobre, no es que Ítaca te engañe.
Sabio y con toda ese experiencia a cuestas,
sabrás ya qué significan de verdad las Ítacas.