Jorge Edwards y la Música (Coda para sordos)

María Música Sepúlveda no entendió “ninguna cuestión” cuando se le ocurrió leer La metamorfosis de Franz Kafka, antes de cumplir 10 años, y tuvo la sinceridad de confesarlo en un entrevista con The Clinic. Jorge Edwards, por su parte, al criticar desde su Olimpo a esta niña de 14 años, da por sentado que él sí tiene muy claro de qué se trata toda la obra de Franz Kafka, además de poseer las claves para interpretar el canon musical europeo completo. Al mismo tiempo, da a entender que sabe a ciencia cierta por qué algunos profesores apoyaron a la estudiante después del incidente con la ministra de educación. Son “admiradores de ciertos regímenes políticos del siglo XX”, desliza sinuosamente, para goce de sus lectores mercuriales, siempre tan sedientos de validación ideológica y tan prestos para darle patadas al caballo muerto del socialismo real.

Aprovechando el espacio ilimitado que le da La Segunda, Edwards se detiene a dar garantías acerca del carácter democrático de la ministra mojada. Recuerda su participación en el Comité por Elecciones Libres, antes del plebiscito de 1988, como si haber estado en contra de una dictadura tan vaca como la de Pinochet fuera algo excepcional o digno de destacarse. Puede ser que Edwards haya querido responder, sin mencionarlo, al testimonio de Dauno Tótoro, vastamente distribuído por internet, acerca de la actuación de Mónica Jiménez cuando en 1986 el entonces dirigente estudiantil fue expulsado por motivos políticos de la Universidad Católica. Según Tótoro, la ministra hizo de “policía bueno”, en dupla con el“policía malo” del rector Juan de Dios Vial, tratando de hacerlo firmar un documento en el que, al más puro estilo de ciertos regímenes bla bla bla, Tótoro se retractaba y prometía no participar más en política.

Aro, aro, aro. Poseer credenciales democráticas debería ser la norma en una ministra de estado del Chile contemporáneo, pero tal vez Edwards, en su sabiduría, está consciente de que éste es un gobierno capaz de nominar a la Corte Suprema a un juez como Alberto Pfeiffer, que no cree en principios jurídicos elementales y que minimiza el Holocausto, igual que su hermano Franz, fundador del Partido Nacional Socialista Obrero de Chile. Hay que reconocer, entre paréntesis, que el PNSOCh tiene la gracia de haber sido la única agrupación en el mundo que ha auspiciado un concurso de belleza llamado “Miss Nazi”; un ejemplo de paridad.

Pero volvamos a nuestro columnista: Jorge Edwards destila toda su claridad conceptual en las recomendaciones que hace para castigar a María Música como se lo merece. Se trata de “obligarla a escuchar” a Bach, Beethoven, Brahms, y de inculcarle una lectura de La metamorfosis que, dado el contexto realmente kafkiano (y orwelliano) en que se ha tenido que desenvolver la joven Música, provocaría en Frank Kafka un acceso de náuseas por ser tan banal y tan mecánica. Con suerte, a Kafka (siempre tan seriote) le daría un simple ataque de risa la distorsión que Edwards hace de su obra para hacerla cuadrar con un sermón hidrofóbico acerca de las bondades del arte como tranquilizante social, como una especie de Ritalin civilizatorio.

Don Jorge debería releer la novela El proceso, la ácida respuesta de Kafka al mismo moralismo redentor de donde provienen los castigos que él propone para María Música.

La recomendación de leer más de cerca la obra de Kafka va, con el respeto debido, no sólo para el mismo Jorge Edwards sino también para los castigadores automáticos que se desentienden de las razones tras el gesto exasperado de una joven lúcida y franca, a quien prefieren llamar, con un paternalismo ajado y condescendiente, “una muchacha despierta” o una “cabra chica gritona”.

Para concluir,como don Jorge confiesa su ignorancia acerca de lo que Música quiere decir con «hip-hop consciente», le doy también como tarea que busque por ahí el video-clip de SubVerso titulado “El jarrazo”, y que después escriba cien veces en letra manuscrita y sin borrones una oración ejemplar que viene de su propia columna punitiva: “Kafka representaba una libertad, una crítica sin concesiones, y la mente autoritaria no estaba en condiciones de tolerarla”.

8 comentarios en “Jorge Edwards y la Música (Coda para sordos)”

  1. Lo del Miss Nazi me dejó temblando, Roberto. Y, efectivamente, Google también < HREF="http://www.heathenworld.com/swastika/Default.aspx?s=36" REL="nofollow">lo registra<>.

  2. Gracias por el enlace, Marisol. Se trata de una foto de la representante de Valparaíso, «Miss Nazi porteña», que ganó el concurso de 1968. Lo tengo en mis notas de biblioteca– no me acuerdo si la revista es «Vea» o «Siete Días».

  3. que la chica haya tirado agua a la ministra me pareció fuerte, pero bien. sin embargo, cuando vi la utilización política trasnochada que hizo su madre, quien entiende que ser de izquierda es ser del juntos nunca podremos, me pregunté varias cosas. la primera: ¿qué es lo más importante para esta madre: su hija o sus convicciones políticas? ¿por qué desnuda a su hija públicamente (recordemos que los rostros de los niños de la edad de música no pueden ser mostrados por TV) en TVN y la expone a contestar a un periodista como iván núñez? estas preguntas me recuerdan las típicas separaciones, en las que algunas madres no cuidan a sus hijos o hijas, sino que las exponen para terminar una relación sentimental, en la que los hijos no debieran estar al tanto de todos los detalles. aplaudo a música, pero su madre es una egoísta que ha propiciado que todos hablemos de ella sin medir las consecuencias.

  4. DE CULPAS Y JARROS Por Ismael La debacle de la educación chilena tiene la rara particularidad de no ser culpa de nadie. Quizás, porque la educación misma, o es una empresa social sustentada en consensos profundos o es un desastre. Chile, una sociedad desmembrada por el egoísmo individual, ha parido y coronado su correlato educacional: un engendro que no tiene parangón en el planeta; un diseño a la medida de la perpetuación de los privilegios de los pocos de siempre. Pero la culpa de nadie es en realidad de todos. Culpa de los tecnócratas agorilados de la dictadura, que desmontaron pieza por pieza la educación pública chilena, a la que se podrá criticar, pero estaba basada en un ethos republicano y democrático. Este ciudadano aprendió potencias de diez junto al Gajardo, el Trujillo y el Gutiérrez, de la Población Santa Julia y también junto al Wegertseder, el Deysen y el Corradi, respectivos hijos de Médico, Ingeniero y Arquitecto, que vivían en respetables casonas nuñoinas. Culpa de los acólitos de la dictadura, que hoy en día, después de su complicidad criminal con la destrucción de la educación pública, repiten con majadería y sin pestañear, que los mejores resultados de la educación privada demuestran que mientras más mercado mejor. En suma, que el problema no es de sus hijos, que asisten a buenos colegios, sino de los hijos del resto que tienen la desgracia de asistir a los colegios malos. Culpa de una Iglesia que, escudándose interesadamente en la libertad de enseñanza, está siempre atenta a impedir cualquier mejoramiento de una educación laica, democrática y de calidad. Misma Iglesia siempre dispuesta recibir subvenciones públicas para su agenda ideológica privada, convirtiendo las clases de religión de los colegios públicos en lánguidas catequesis. Misma Iglesia que patrocina la discriminación en sus colegios manejados por piadosos laicos salvamundos, y que atiende en ellos a la proporción más baja de alumnos vulnerables de todo el sector privado . ¡Da gusto así la opción por lo pobres! Culpa de la Concertación por la Democracia que ha sido gobierno por dos décadas y no ha tenido los pantalones que demandaba la situación. Que, perdiendo una oportunidad histórica, en vez de ponerse al frente de un movimiento nacional de salvataje de la educación pública, ha preferido formar consejos asesores que desinflen el movimiento, para luego, entre gallos y medianoche, arreglar un acuerdo con la derecha para que nada cambie, y cuya Ministra de Educación ahora tiene la desfachatez de peregrinar haciendo unos «diálogos ciudadanos» de opereta. La misma Concertación que, si no hizo nada cuando campeaban los boinazos y carapintadas (y podemos entenderlo), ahora no hace nada porque entre sus feligreses y sus redes, están precisamente prósperos empresarios de la educación. Concertación secuestrada por la ideología milica, padeciendo finalmente del «síndrome de Estocolmo»: enamorada de su enemigo y pariendo sus engendros. Culpa de los ideólogos de la reforma educacional, que encerrados en oficinas ministeriales, han impuesto la neopedagogía constructivista al pedo del «aprender a aprender», con el brillante resultado que son muy pocos los que aprenden algo finalmente. Gracias a la iluminación de estos señores impunes, ahora es posible llegar a cuarto medio sin haber leído a Manuel Rojas o Carlos Pezoa Veliz, pero sí a unos oscuros autores de colecciones ad-hoc, destinadas a «acercar la literatura a los intereses cotidianos de niños y jóvenes». Y es posible llegar a octavo básico sin saberse bien las tablas de multiplicar, por que lo importante es «que los niños aprendan el concepto» y porque ahora todo está en internet y «la memoria está obsoleta». Gracias a estos adalides de la educación, el viejo ramo de Castellano cambió de nombre y destina horas de horas a enseñar a distinguir un texto publicitario de una poesía, pero no a leer y apreciar esta última. Gracias a ellos, los libros que se reparten a los niños, ahora están organizados «lúdicamente», en vez de por las materias obvias. «Los Sustantivos» ya no son un subcapítulo del capítulo de «Gramática Española». Le ponen algo así como «Juanito aprende que todo tiene un nombre», como subcapítulo de -pongamos- «Aprendo conociendo mi barrio», todo mientras en los colegios de la elite, quienes están destinados a sacarle plusvalía a la rotada mal ilustrada, aprenden el rigor de la ciencia a punta de memoria y lectura. Culpa de las Universidades y de sus Facultades de Educación, que guardaron conveniente silencio cuando la revuelta pingüina, pero ahora no se demoran en sacar declaraciones y criticar el que sea quizás el único elemento valioso y refrescante de la LGE: que busca terminar con el monopolio y abrir la docencia a profesionales y licenciados con vocación. Dicen que «existe consenso en que un buen profesor es quien tiene dominio didáctico y disciplinario orientado a procesos formativos de personas», lo cuál es cierto, pero, ¿como se ven sus propios procesos formativos puestos ante dicha exigencia? ¿Ahora les vino el prurito por el bien público y por la calidad de la formación, cuando, casi sin excepción, dictaron por décadas programas especiales de utilería?. Estos son boliches carentes de todo rigor académico y que llegaron a abarcar el 50% de la matrícula para profesores de educación básica y que produjeron por miles titulados que hoy están mal enseñando a los niños más pobres mientras ellos y sus secuaces curriculeros aún cuentan los billetes de la subasta de títulos y grados. Todo a la vista y paciencia del Ministerio de Educación, que repetía como mantra que «lo importante en el mercado de la educación es eliminar las asimetrías de información». Culpa del los «expertos en educación», que habitando un pantano de teorías curriculeras fatuas, olvidaron que se trata fundamentalmente de saber sólidamente matemática, castellano, historia y ciencias. Y que se trata, a nivel macro, de una sola elección: terminamos o no con una educación socialmente segmentada por clases sociales. Culpa de la izquierda política, que insistió por décadas en asuzar la asonada estudiantil universitaria, en demanda de la más neoliberal de las peticiones: «más créditos para pagar los estudios» condimentado con «pase escolar gratis»; pero le estalló en la cara la marea pingüina del 2006, sin haber destinado una neurona a la necesaria reflexión sobre la educación pública, concepto con el que ahora hace gárgaras. Culpa del gremio de los profesores, que pasa mutis por el foro mientras no se menciona la evaluación de desempeño y no se toca el estatuto docente, con que chantajeó a la renacida democracia y que le da inamovilidad a unos apoltronados directores. Culpa del profesorado chanta, que se adueña de los pocos logros, pero socializa rapidamente los fracasos escolares, atribuyéndolos al mundo moderno, la internet, la TV, el rock, la familia, el chat y el reggaetón. Que proyecta los textos en la pizarra para que los alumnos pasen horas copiando y después dicen usar «las TIC» en su clases. En fin, culpa de los ciudadanos comunes y corrientes que somos padres y apoderados, que llenamos la pieza de nuestros hijos de porquerías electrónicas y después exigimos rendimiento académico, mientras trabajamos 14 horas diarias para pagar el auto nuevo y las últimas vacaciones. Que no enseñamos a los niños modales, disciplina y hábitos, piso ineludible para cualquier proceso de enseñanza, pero estamos prestos a alegar contra el profesor «fome» que nos expulsó al retoño de la sala. Frente a tal panorama, al jarrazo con agua para la Ministra, aparece más como un certero acto político que como un desacato a la autoridad. Pero no nos engañemos. Da lo mismo que la Ministra se lo merezca. Lo que importa es que a la señora, mal para ella, le tocó recibirlo por todos los que legaremos a las futuras generaciones un sistema de castas. Demonos con una piedra en los dientes. Quizás haya que ver en el jarrazo de agua más una piadosa caricia pingüina que una ofensa. Digo yo, comparado con el rotundo escupitajo del desprecio histórico, que es el verdadero menester.

  5. Notable, Roberto. Gracias por dar espacio en algún lugar del mundo a aquellos que pensamos que María Música no está endemoniada por haber usado ese jarro de agua. Y a Edwards… bueno, propongo regalarle algodón hidrófilo, a ver si soporta el agua mejor.Por cieto, a las autoridades de educación habría que recordarles que «se cosecha lo que se siembra».Excelente blog, como siempre.

  6. «Perdimos, no pudimos hacer la revolucion.Pero tuvimos,tenemos, tendremos razon de intententarlo. Y ganaremos cada vez que un joven sepa que no todo se compra ni se vende y sienta ganas de querer cambiar el mundo» Envar El Kadir

  7. Muy contenta de haber encontrado a Roberto y leer a Millie Fisher por ahí, muy contenta!!!Entiendo lo de Música justamente desde el ámbito en que más se le acusa y se le trata de justificar: desde un poder indolente todopoderoso: «…esta niñita se dejo llevar por las emociones, las cuales no maneja…»Apenas ví en la TV el suceso, me llené de una satisfacción tan grande y sentí que yo hubiese actuado igual. Hay momentos en que algunos de nosotros somos incapaces de intelectualizar, racionalizar todo, en especial cuando la agresión es rutina diaria, oídos sordos que no quieren escuchar, cuando se nos trata de «embolar la perdiz una y otra vez más» que ya no es posible más que hacer estallar la emoción y actuar. Yo así lo entiendo.No faltó quien me llamara a terreno y dijera que me apaciguara, que las luchas no se dan desde esos ámbitos, que lo de «esta chiquilla» fue una «falta de respeto» y no había más, que merecía un par de nalgadas y ya. Aquel día tomé algo más de la cuenta y cedí a mis emociones y mandé a todas mis amigas a la cresta (había tres del Campus Oriente y dos más). Ese fue mi vaso de agua y pucha que me sentí bien, por eso entiendo a la Música, era Jarrazo o muerte la cuestión!Un sentido y afectuoso abrazo!Vivi Barra.-

  8. Suceso viejo, pero destacable, bueno a Edwarss no le pidamos mas, dado que no pasa de anciano nacionalista y cerrado, por decir poco.

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