Gary Fincke – Los diarios de Mussolini

Esta es la primera vez que traduzco la obra de alguien a quien conozco– es un lujo poder consultar dudas y aclarar misterios con el autor mismo, cosa imposible con Melville o Hawthorne. Gary Fincke es un destacado poeta y narrador nacido en Pittsburgh. Ha recibido los prestigiosos Premios Flannery O’Connor y Pushcart, este último dos veces. Su libro de relatos más reciente, The Killer’s Dog, ha sido nominado al Pulitzer. Su poesía y narrativa ha aparecido en las mejores publicaciones de los Estados Unidos. Ha formado generaciones de escritores en el exitoso programa de escritura creativa de Susquehanna University, en el corazón de Pensilvania.

La obra del Dr. Fincke (como lo llamábamos sus alumnos en la secundaria de Le Roy, New York) que he traducido para este blog es un poema en prosa y acaba de aparecer en el sitio de The American Journal of Poetry. Lo elegí porque me impactó a la primera lectura, quizás porque vi puntos de contacto con Bartleby, de Melville (la escritura, el escribir, la letra, el acto de copiar, las cartas muertas, etc) y porque me gustó el desafío incómodo pero gratificante de traducir poesía en prosa.

El original está aquí


benito mussolini

 

Los diarios de Mussolini
Gary Fincke

1
Madre e hija sacan a la luz treinta volúmenes de los diarios de Benito Mussolini. La mujer mayor perfecciona la letra del Duce tan bien que engaña al hijo de Mussolini y a un experto universitario que exclama: “Treinta volúmenes manuscritos no pueden ser obra de un falsificador sino de un genio”. El Sunday Times de Londres, once años después de haberse revelado el plagio, les compra a esas mismas mujeres páginas por un valor de 70 mil 400 dólares, para publicarlas.

2
Vamos empezando con óvalos, decía Miss Hartung, ya era hora de que los de tercero dominaran la caligrafía y aprendieran a manejar la lapicera a tinta. “Redondela, redondela, redondela”, entonaba. “Bajar, girar, sin descansar la punta en el papel”. De premio, buenas notas y tinteros. Los secantes venían del banco, el timbre del mes pasado en cada uno. Marzo traía un viento cómico soplando encima de una bóveda que resistía mientras nosotros escribíamos cartas a nuestros padres, firmadas, y yo puse mi firma perfecta donde decía EX LIBRIS en cada ejemplar del texto de historia guardado al fondo de la sala, repitiéndola como una publicación en serie que yo tenía la esperanza de convertir en novela.

3
En la Inglaterra del siglo XVII se publicó una alegoría religiosa. Se titulaba Libro sin palabras y contenía ocho páginas en blanco: dos negras por el mal, dos rojas por la redención, dos blancas por la pureza, dos doradas por la dicha eterna.
En 1738, Hermann Boerhave murió y dejó un ejemplar sellado de un libro que él mismo publicó, Los más únicos y más profundos secretos del arte de la medicina. El libro se subastó por 20.000 dólares y cuando el nuevo dueño lo abrió, todo menos el título estaba en blanco.
Thomas Wirgman ordenaba sus libros auto-editados según el color de las páginas. Gastó 200.000 dólares en sacar a luz su obra, tratando de dar con la secuencia exacta de colores. Morado, naranja, azul, amarillo, café— un primer capítulo tal vez sublime, un patrón capaz de atraer a todo lector. Amarillo, verde, rojo, verde, amarillo, azul. En total vendió seis libros, incomprendido como genio.
El vendedor que me trata de vender un libro en blanco, cada una de las páginas vacías encuadernadas en cuero, dice que mitigan el dolor. “Dé vuelta las páginas despacio”, dice. “Demórese un poco en cada una. Ya verá”.

4
Una alumna está dichosa por su primera publicación. Durante años ha estado en correspondencia con editoriales, leyendo revistas al azar y enviando cientos de cartas sobre cualquier tema que la movía a escribir, perfeccionando el modo epistolar.

5
Una vez Ghandi le escribió una carta a Charles Atlas preguntándole “¿Habrá manera en que usted me pueda desarrollar la musculatura?” Quería probar la Tensión Dinámica, la ciencia de poner a competir músculo contra músculo. Y porque a Atlas, según dice, le dio lástima “el pobre tipo, que era puros huesos”, le mandó sus instrucciones a Ghandi sin cobrarle nada.

6
Durante el reino del emperador Ming Yung Lo (1403-1425), se compiló y escribió una enciclopedia de 11.095 volúmenes. Por su gran extensión, resultó demasiado cara para publicarse.
Hendrik Hertzberg produjo un libro llamado Un millón. En cantidades variables, cada capítulo consistía exclusivamente en puntos.
La Ciclopedia Appleton de biografía americana de 1886 contenía 84 biografías falsas enviadas por un colaborador desconocido. Durante años esos datos permanecieron en circulación. Se demoraron hasta 1936 en extraer la última entrada fraudulenta.

7
Un verano robé la carta dirigida a mis padres donde venían mis notas. Cambié la F que tenía a una B y recalculé mis puntos, mis créditos y mi promedio. Añadí sumas ficticias en columnas pegadas a los números a máquina que yo había transformado. Como si estuviera calculando notas alternativas. Como si estuviera augurando que un profesor comprensivo iba a subir una de mis notas finales. Algo para darle sentido a todas esas operaciones de distracción, cada una de ellas un motivo para no mirar de cerca la mentira que había creado, porque eso era transitorio y seguro que iba a mejorar.

8
Sonreí al leer sobre la Biblia Septuaginta; había 72 traductores, seis de cada una de las 12 tribus de Israel trabajando en espacios separados y cuando terminaron y compararon, todo su trabajo era idéntico. Pero luego los seis diarios que había en la biblioteca empezaron con la misma oración porque un famoso estaba acusado de homicidio.

9
El santo de la coincidencia está rodeado de pañitos antiguos: Algunos numerólogos dicen que Shakespeare ayudó a escribir la Biblia. La evidencia: La versión del Rey Jacobo se publicó en 1610, cuando Shakespeare tenía 46 años. Shake is la palabra número 46 del Salmo 46. Spear es la palabra número 46 contando hacia atrás desde el final del Salmo 46.

10
Cuando era niño, en nuestra casa había siete biblias— la del Rey Jacobo, la Versión Revisada, otra con una concordancia gruesa. Yacían abiertas en versículos subrayados o bien cerradas cerca de las fotos de sus dueños, muertos hacía tiempo. Cada palabra en cada una de ellas era verdadera y perfecta y surgía a través de los filamentos de mi cuerpo hasta hacerme resplandecer de esperanza. Respiraba el polvo de las generaciones que se habían ido a la Gloria. Memorizaba, palabra por palabra, escrituras selectas para todo niño en edad de madurar.

11
Vortigern y Rowena es la pieza teatral que según William Henry Ireland fue escrita por Shakespeare. Ireland falsificó cartas de amor de Shakespeare a Anne Hathaway; también escribió en letra cursiva un cajón lleno de papeles personales, llegando a convencer a James Boswell de que eran auténticos. Esa obra se estrenó en el Drury Lane Theater en 1796 y fue abucheada por el público, que al parecer conocía a Shakespeare mejor que los expertos en grafología.

12
Durante años un hombre llamado William Key sostuvo que la palabra SEX aparecía en la barba de Lincoln en cada billete de cinco dólares. Key explicaba que está ahí para que el país actúe con confianza. Está ahí como carga subliminal que nos pide ahorrar o gastar, sin temores, nuestra moneda. Publicó instrucciones para visualizar la palabra y yo he seguido su mapa hasta llegar a manchas de tinta que, en cada uno de los cincuenta billetes de cinco que he examinado, no deletrean nada.

13
“La historia de la pasión se derrumba esta semana”, leo que el estado de Pensilvania va a echar abajo un acantilado que se está desmorando y cuyos desprendimientos amenazan una de sus carreteras. El diario llama a que se reúnan por una hora en el lugar todos los que alguna vez rayaron la pared del acantilado, y yo me estaciono a la vera de la Ruta 28, al norte de Pittsburgh, para leer los graffiti del deseo. Hay docenas de autos, somos cincuenta contemplando la cuidadosamente escalada historia de la lujuria, y distingo a Doreen y Clarice, Monica y Donna, que leen las caras cercanas como se se leen chapas de identificación en un congreso, viendo si todavía están aparejadas con Chuck y Ron, Woody y Buck. Me parece que Gary + Sharon, que todavía se ve, es una falsificación, porque no me acuerdo del muchacho que se arriesgó a subir veinte metros sobre el tráfico, porque nadie más de los que están aquí en la base de este pizarrón hubiera luchado contra el peligro para escribir otra cosa que no fuera su apodo antes de escribir con todas sus letras el nombre de la muchacha que iba a amar para siempre.

14
Alcibíades Simónides, en el siglo XIX, falsificó un manuscrito de Homero, se lo vendió al rey de Grecia, que consultó primero con eruditos de la Universidad de Atenas; cada uno de ellos dijo “Sí” a su autenticidad.

15
A una milla de Gary + Sharon, una heladería Dairy Queen se ha transformado en la Iglesia Bautista del Faro. El letrero anuncia horarios y temas de culto y TODOS BIENVENIDOS bajo las múltiples rampas de una intersección. El diario mural de la iglesia reemplaza el menú como si uno pudiera inclinarse al vidrio corredizo y pedir la salvación para llevar.

16
En el cementerio de Greenwood, dos millas más arriba de la iglesia Dairy Queen, yace una tira de parientes. Cuatro de estas tumbas están en flor, cuatro no lo están. Los geranios brotan rojos para mi abuela, dos tíos abuelos y una tía; los otros parientes yacen desnudos. Mi hermana, cuando le cuento, dice “Así es como lo hago siempre”. Como si cantara el estribillo después de unas estrofas que yo debería saber de la balada de los favorecidos.

17
Un alumno dice que ha transcrito miles de palabras de H. P. Lovecraft porque ese lenguaje comprueba que es el escritor más grande del mundo. “Necrosis”, lee en su cuaderno. “Mefítico. A nadie más se le podrían ocurrir nunca”. Le ofrezco “emético” y “purga”, dos formas de sacarles a los personajes la posesión de venenos. Anota las dos palabras como si estuviera comenzando un cuento.

18
A Ern Malley, en 1944, lo publicó Angry Penguins, una revista que lo proclamó como uno de los dos gigantes de la poesía australiana. Acababa de morir a los 25 años, su hermana de luto fue la que ofreció la vasta selección de poemas. Cada uno de esos poemas era un plagio, pedazos varios de diversos libros pegoteados por dos soldados aburridos.

19
Cuando Nancy Luce escribía poemas, los transcribía en los huevos que había recogido, agregando el nombre, al final, de la gallina que había puesto esa pizarra. Como dedicatoria, ya que todos sus poemas eran sobre esas gallinas que criaba y amaba, salmos en su alabanza.

20
Se han tallado versos en alfileres, se los ha esculpido en los muros de cavernas y tumbas. Se han trazado en el agua, el fuego y el aire. Mi padre rehusaba comer sin el breve poema de la oración. Apretaba mi mano de visitante y recitaba los pasajes rimados de alabanza y gracias como si yo fuera a devorar esa comida aprovechando que él estaba declamando encima del tocino y los huevos que le daban la bienvenida a la mañana.

21
Cuando ejecutaron a un criminal llamado George Cudmore en 1830, usaron su piel para encuadernar un libro, Obras poéticas de Milton, la idea que alguien tuvo para poseer un objeto único.

22
Clifford Irving, en 1971, engañó a cinco expertos en grafología contratados por su editorial. Todos ellos concordaron que había sido el genuino Howard Hughes quien escribió los documentos que verificaban la veracidad de las entrevistas que iban a aparecer en la inminente biografía. Si Irving hubiera falsificado tal cantidad de material, eso estaría “por encima de toda capacidad humana”, dijo uno de los expertos.

23
El campeón de memoria fotográfica vive en Burma y ha recitado, hasta ahora, diecisiete mil páginas de libros de budismo. Ha memorizado todos esos tomos; otra persona tiene que ir leyendo al mismo tiempo para verificar.

24
La última tarde de su vida mi madre escribió y puso en el correo las noticias que me mandaba todas las semanas. Después del funeral, después de volver a mi casa, recibí un recado del vecino que había guardado mis cartas en mi ausencia. Esa carta yacía tibia en mis manos; se amarilleó y marchitó por la bocanada que yo aspiré y por el lenguaje sobre la página. La firma en llamas, vi el remitente fijo en la esquina del sobre donde debe estar, el seguro contra pérdida.

 


Nota del traductor:

En 1975, tuve la suerte de ser alumno de Gary Fincke. En esa época él enseñaba inglés en la escuela secundaria de Le Roy, New York, un pueblito rural situado entre Rochester y Buffalo. Cosa poco común para un maestro de secundaria, el joven profesor tenía un doctorado. Lo había sacado en la Universidad Estatal de Kent, Ohio, donde apenas cinco años antes, el 4 de mayo de 1970, tropas de la Guardia Civil abrieron fuego contra estudiantes que protestaban contra la guerra de Vietnam.

Aparte del doctorado y de su rebeldía serena pero firme frente a los contenidos curriculares pre-establecidos, Gary Fincke se distinguía de los otros profesores porque era un tenista de gran nivel que competía en torneos locales con bastante éxito.

(Gracias a su ejemplo pude conectar el tenis y la literatura mucho antes de saber de la existencia de David Foster Wallace. Y ya que estoy dentro de un paréntesis con DFW, puedo señalar que en su peculiar reseña de una antología de poesía en prosa, el tenista/novelista destaca «The history of passion will tumble this week», el fragmento número 13 de este poema).

Llegué Le Roy (4.200 habitantes en esa época) como estudiante de intercambio del programa AFS. Hacía lo que podía para sobrevivir con mi inglés rudimentario en ese lugar tan diferente del Santiago infernal de esos años. El profesor Fincke me acogió en su clase, vislumbrando por alguna razón que mi idioma macarrónico no tenía por qué ser obstáculo para estudiar la literatura norteamericana. Mi impresión es que se sorprendió mucho cuando me metí al proyecto de escritura creativa que él inventó para el curso y que culminó con una revista llamada (oh, creatividad juvenil) Public Works. No quiero acordarme de mi contribución, que debe haber sido muy mala, pero sí tengo fija en la mente la dedicatoria de Gary Fincke en mi anuario: palabras de aliento, sin duda, y por ahí metida de manera misteriosa la palabra «scary«, que yo consideré un cumplido. No lo he visto desde junio de 1976, pero nos hemos mantenido en contacto estos cuarenta y un años; como lector, he seguido con admiración y cariño su carrera literaria.

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